Quizá sea el hallazgo arqueológico del siglo. Hace 2500 años existía en la desembocadura del río Nilo, en el norte del antiguo Egipto, una ciudad llamada Thonis, conocida también como Heracleión por su nombre griego. Tenía el puerto más importante de esa civilización entre los siglos VI y IV antes de Cristo. Todos los navíos pasaban por allí para ingresar a territorio egipcio y para descargar sus productos, lo que convertía a esa metrópoli en un opulento centro de intercambio comercial.
La ciudad permaneció más tarde bajo control romano hasta que en algún momento del siglo VI o VII d.C., una serie de cataclismos naturales -terremotos, licuefacción del suelo, aumento del nivel de las aguas- provocaron la destrucción Thonis-Heracleion, que terminó siendo devorada por el mar.
La pujante metrópoli egipcia, que fuera el núcleo comercial de esa civilización, terminó hundida en el fondo del Mediterráneo. Y su intempestiva desaparición se extendió también a la historia, ya que, a partir de entonces, prácticamente ningún historiador habló más de este lugar, que entró de esta forma en el terreno de la leyenda, una ciudad que no se sabía a ciencia cierta se había existido.
Esto fue así hasta que, en el año 2000, un arqueólogo submarino francés llamado Franck Goddio, encabezando un equipo del Instituto Europeo de Arqueología Subacuática (IEASM), encontró los restos de Thonis-Heracleion. Tras años de búsqueda de esa especie de Atlántida egipcia, este grupo de arqueólogos logró hallar, debajo de los sedimentos arcillosos que la cubrían, el muro de uno de los antiguos templos del lugar.
Desde entonces comenzaron a emerger monumentos, viviendas, más templos, objetos e innumerables tesoros, que daban testimonio de que la metrópoli colapsada era dueña de un pasado majestuoso. Se trataba de una ciudad rica, multicultural y magnífica. Aún vencida por la naturaleza, sus restos parecían conservar el orgullo de aquella civilización.
La metrópoli hundida fue hallada a 6,5 kilómetros de la actual costa egipcia y en su mayor parte se encuentra enterrada a una profundidad de aproximadamente 10 metros en la parte occidental de la bahía de Aboukir, de acuerdo con la información brindada por la página oficial del propio Franck Goddio.